Pleasant Dreams se explica como un libro abierto

Por fin. Plesant Dreams presentó el pasado sábado en Castellón su disco de debut, Podría ser hoy (Green Ufos, 2008). En el sótano de la librería Argot, en formato acústico, ante muy poco público, pero dejando intacta -en algunos casos recreando- la sensibilidad que transmiten las canciones en el CD. Fue un concierto chulísimo. Los de Xilxes demostraron por qué les está haciendo tanto caso la prensa especializada de Madrid y Barcelona y, por si fuera poco, presentaron una canción nueva.

Y eso que la cosa pintaba mal. En la prueba de sonido a Rosa Martí se le rompió el violín, Juanjo Clausell (voz y guitarra) había perdido la cejilla, no estaban del todo convencidos con la sonorización… Pero el violín de repuesto llegó a tiempo, Rosa recuperó la sonrisa y todo funcionó. Desde el primer momento. La formación estaba reducida, además de los citados, a Pedro Mendo (percusión) y Marta Berenguer (órgano). Dieron una lección de cómo se traducen al formato acústico las canciones que entre ellos y Paco Loco llenaron de matices en el estudio. Sin desvirtuarlas ni apagar la chispa de cada una de ellas, pero utilizando otros recursos: basándose en la guitarra, el teclado, el violín y con esa colección de pequeños instrumentos de percusión que tan bien manejan. Muy minimalista, por momentos naíf, y siempre perfectamente ejecutado, con un resultado muy elegante.

De Podría ser hoy cayeron todas las mejores -menos una-, impregnando con sus efluvios pop todas las estanterías. Pleasant Dreams se explicaron como un libro abierto desde los sillones de cuero granate con sus mejores argumentos: «El último verano que pasamos juntos», «El chico que anda triste», «Lienzos y acuarelas», «Nana de fin del mundo«, «Potser»…

Solamente faltó «Camino de vuelta», pero lo compensaron con el estreno de un nuevo tema, «Canción para FM» (vídeo de arriba), que sigue la línea de los mejores momentos de su disco de debut: melodía melancólica, fragilidad, sensibilidad, una historia cotidiana, un fraseo saltarín como de pianola y otros matices instrumentales. Están en su punto.

CinemaScore. Algo más que música para películas

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No es la simple suma de cine y música. Tampoco la interpretación de una banda sonora en directo con la película de fondo. La propuesta de la Mostra de Música i Cinema, CinemaScore, que este año llegaba a su cuarta edición, consigue crear algo nuevo y distinto. Lo comprobé el pasado viernes en el Teatre Municipal de Benicàssim. El grupo francés NFL3 renovó en directo la BSO de la primera película de animación de la historia, Las aventuras del Príncipe Achmed de Lotte Reiniger (Alemania, 1926), 80 años después, a base de post-rock y experimentación.

Me habían hablado muy bien de la actuación de los hermanos Nicolas y Fabrice Laureau y Ludovic Morillon, creadores de Prohibited Records, el año pasado en el mismo festival. Esta reinterpretación de la banda sonora de la legendaria película fue creada en 2006 y ha paseado los escenarios de toda Europa, pero la improvisación tiene una gran importancia en cada pase. Y, en efecto, la música del grupo francés logra crear una atmósfera muy lírica, dándole mucha más profundidad a una película que ha aguantado regular el paso del tiempo.

La animación de Las aventuras del Príncipe Achmed es, obviamente, rudimentaria (imagen de arriba): bidimensional y rodada sobre la manipulación de recortes de carbón y láminas finas de plomo, bajo una cámara y filmando con película pintada. Los perfiles y las siluetas lo dominan todo, como si los personajes fueran títeres. La historia está basada en uno de los cuentos medievales de Las mil y una noches, sobre el entusiasmo que genera en el gran Califa el hechizo de un caballo que puede volar por los aires. La trama se sigue con rótulos en castellano.

NFL3 no cae en el recurso fácil de los fraseos arabescos, pero la adaptación musical que han creado suena extraña y lejanamente oriental. A base de batería, bajo, teclados y una amplia gama de instrumentos de percusión, siguieron el hilo argumental de la película, sin muchos altibajos, sin efectismos, con desarrollos largos y progresivos. Como ese tipo de canciones de ritmo sostenido, que parecen estar a punto de cogerse desde que empiezan pero que terminan sin hacerlo.

Una experiencia diferente en un festival al que, por unas cosas u otras, nunca había tenido ocasión de asistir. El cartel lo completaron Duometrie (+ Elena Setién & Raphael Vanoli), Balmorhea y Hauschka poniendo música a Alice, de Jan Svankmajer (República Checa, 1988), tres cortometrajes del director norteamericano Jared Hogan y Vampyr, de Carl T. Dreyer (Alemania, 1931), respectivamente. El año que viene vuelvo.